Por Redacción, con información del Ing. Juan Vázquez Montalvo, Comité Institucional para la Atención de Fenómenos Meteorológicos Extremos (CIAFEME) de la UADY
El 12 de septiembre de 1988 quedó marcado como uno de los días más oscuros en la memoria del Caribe mexicano. Aquel lunes, lo que parecía una jornada normal se transformó en el preludio de una catástrofe: la llegada del huracán Gilberto, el ciclón más poderoso que se había registrado hasta ese momento en el Atlántico.
En Playa del Carmen, Cancún y otras comunidades costeras, los rumores sobre un ciclón en camino comenzaron a circular desde temprano. Muchos habitantes, confiados en la creencia de que una “bolsa de aire” en el Canal de Yucatán desviaba a los grandes huracanes, pensaron que no había nada de qué preocuparse. Pero la calma era engañosa: el monstruo ya estaba en ruta.
Señales de un desastre anunciado
Desde 1987, pescadores y conocedores del mar habían advertido que las aguas del Caribe estaban demasiado tranquilas y calientes, un indicio de que algo se gestaba en el horizonte. Un año después, la predicción se cumplió con crudeza.
Fue un aficionado a la meteorología quien encendió las alarmas en la región. Con una antena parabólica seguía la señal del Canal del Tiempo de Estados Unidos y lo que vio lo dejó helado: un huracán categoría 4 golpeaba a Jamaica, con un tamaño tan descomunal que, aunque cambiara de rumbo, alcanzaría inevitablemente al Caribe mexicano.
La presión atmosférica caía con rapidez y pronto alcanzó la temida categoría 5. El destino estaba trazado: Cancún, Isla Mujeres y buena parte de Quintana Roo serían impactados de lleno.
El impacto que transformó a la península
El martes 13 de septiembre, la península amaneció bajo un manto de nubes y lluvias. En el norte de Quintana Roo, los vientos con fuerza de tormenta tropical ya golpeaban horas antes de la llegada del ojo del ciclón. El ambiente era de pánico: compras de emergencia, desalojos incompletos y un clima de incertidumbre total.
En Yucatán, en contraste, la reacción fue más tardía; muchos subestimaron el peligro y no tomaron precauciones suficientes. Esto derivó en graves daños en comunidades costeras que quedaron desprotegidas ante la furia del mar.
Cuando Gilberto tocó tierra, arrasó con todo a su paso. Cancún quedó devastado, Isla Mujeres perdió gran parte de su infraestructura y la península entera fue golpeada por vientos que superaron los 280 km/h. Fue un punto de inflexión: a partir de entonces, quedó claro que los fenómenos naturales de esta magnitud no podían ser tomados a la ligera.
La memoria que perdura
A 37 años de aquel desastre, el huracán Gilberto sigue siendo recordado como un antes y un después en la historia del Caribe mexicano. Marcó la pauta para reforzar sistemas de alerta, mejorar la cultura de prevención y, sobre todo, reconocer que ante la naturaleza, la vida humana debe ser siempre lo primero.
¿Dónde estabas tú cuando llegó el huracán Gilberto? Recordar este episodio no es solo un ejercicio de memoria, sino también una lección que aún hoy continúa salvando vidas.




