Este jueves, a las 14:51 horas, comenzará el solsticio de verano. En esta época, el Sol cambia muy poco su posición en el cielo, dando la apariencia de permanecer en un lugar fijo; para muchas culturas antiguas los solsticios estaban asociados con los ciclos agrícolas y también representaban la renovación de la vida, la renovación del mundo, fin y principio de un periodo que se debía repetir indefinidamente y cuya repetición había que preservar.
Hay momentos cuando el Sol se encuentra -desde la perspectiva terrena- en su posición más extrema al norte de la bóveda celeste. Es ahí cuando ocurre el solsticio de verano, al alcanzar su ubicación muy cercana al norte con 23.4 grados (inclinación del eje de rotación de la Tierra, respecto al Sol), aproximadamente.
En esta ocasión, el punto de máxima altura sobre el ecuador será esta tarde. La fecha y la hora van cambiando porque al periodo de traslación de la Tierra hay que agregarle una fracción, una cantidad que no es entera, porque el año cuenta 365 días más las correcciones de cada cuatrienio (año bisiesto).
En su trayectoria el Sol cruza dos veces al año el ecuador celeste: marzo y septiembre, y alcanza su posición extrema al norte y al sur, en junio y diciembre, respectivamente. De tal manera que se registran dos equinoccios al año, es decir, primavera y otoño; e igual número de solsticios, en verano e invierno.
Desde el siglo XVII se determina el día y la hora de esos fenómenos, época en que se establece la órbita de los planetas. Desde entonces se especifica con cierta exactitud el momento de los equinoccios y de los solsticios. Con el avance tecnológico mejoró la precisión de la observación de la bóveda celeste.
La palabra solsticio proviene del latín solstitium, que significa “sol estático”. Las horas de luz se modifican: alcanzan un máximo con el de verano, o un mínimo en el de invierno. Por lo anterior, este día se considera el más largo del año.
